Terremoto del 85







El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 a.m., México vivió uno de los desastres naturales más devastadores de su historia: un terremoto de magnitud 8.1 en la escala de Richter, cuyo epicentro se localizó frente a las costas de Michoacán, en el océano Pacífico. Este sismo, considerado superficial por su profundidad de aproximadamente 15 kilómetros, generó efectos catastróficos, especialmente en la Ciudad de México.

A pesar de que el epicentro estaba a más de 350 kilómetros de la capital, las características del suelo del Valle de México conformado por sedimentos blandos amplificaron las ondas sísmicas, causando una destrucción masiva. Más de 400 edificios colapsaron por completo, entre ellos hospitales, hoteles, oficinas y viviendas. Otros 3,000 inmuebles sufrieron daños severos, afectando particularmente zonas como Tlatelolco, el Centro Histórico y la Zona Rosa.

El terremoto dejó un saldo oficial de aproximadamente 10,000 muertos, aunque estimaciones extraoficiales sugieren que las víctimas pudieron superar las 30,000 personas. Miles resultaron heridas y muchas más quedaron desplazadas. La tragedia reveló fallas significativas en la respuesta inicial del gobierno, que fue lenta y desorganizada. Ante esto, la sociedad civil tomó la iniciativa en las labores de rescate y ayuda humanitaria, destacándose los esfuerzos de los llamados "topos", grupos espontáneos que lograron salvar numerosas vidas.

El 20 de septiembre, una réplica de magnitud 7.6 agravó la situación, destruyendo más edificios ya debilitados. Sin embargo, la solidaridad nacional e internacional se hizo presente con donaciones y asistencia.

En términos estructurales y legales, el terremoto marcó un antes y un después. Se implementaron nuevas normas de construcción para reducir riesgos en futuros eventos sísmicos y se creó el Sistema Nacional de Protección Civil. A nivel social y político, la tragedia erosionó la confianza en las instituciones públicas, fomentando un mayor cuestionamiento hacia las autoridades y dando lugar a una ciudadanía más organizada y crítica.

El terremoto de 1985 no solo dejó una profunda cicatriz en México, sino que también transformó la manera en que el país enfrenta desastres naturales, marcando un ejemplo de resiliencia y solidaridad.



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